El joven triunfador suele crecerse al castigo, como se dice de los toros de lidia. Ante la presión se templa su espíritu, como el hierro en el fuego, y lucha contra la adversidad con toda su fuerza. Perderá algunas batallas, pero de antemano sabe que ganará la guerra, porque no hay problema tan grande que no pueda afrontar; y si el problema es insoluble, lo acepta pero no se derrumba bajo su peso, sino que trata de convivir con él minimizando sus efectos.
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